Mujeres, palacios, autos de lujo… el plácido reinado de los monarcas africanos

El rey de Suazilandia (al centro) goza de privilegios y riquezas vedados a sus empobrecidos súbditos (...your local connection - Flickr)
El rey de Suazilandia (al centro) goza de privilegios y riquezas vedados a sus empobrecidos súbditos (...your local connection - Flickr)

El rey de Suazilandia, Mswati III, dio un grave consejo a sus súbditos hace unos años: aferrarse a la Biblia y no caer en la seducción del dinero. Sabias palabras para los cristianos. Solo que Su Majestad no predica con el ejemplo. El soberano de uno de los países más pobres del planeta practica ritos ancestrales y, lo que es peor, vive en la opulencia mientras sus compatriotas mueren de hambre.

Si bien la democracia es una doctrina extranjera en África, lo cual justifica en parte sus resultados mediocres, la monarquía pertenece a la tradición política de ese continente. Centenares de reyes salpican la región desde Marruecos hasta Sudáfrica. Algunos ejercen el poder absoluto, otros apenas gobiernan el universo espiritual de sus vecinos. No pocos comparten sus responsabilidades “reales” con negocios contantes y sonantes. En ciertos casos se mantienen gracias a las generosas subvenciones de los contribuyentes.

El último monarca absoluto

Aunque gobierna sobre un estado minúsculo, nadie en África posee mayores facultades que Mswati III. Pero el soberano suazi, en lugar de consagrar sus poderes a la prosperidad de sus leales ciudadanos, se ejercita sin vergüenza en uno de los pecados capitales: la avaricia.

El rey es dueño del 60 por ciento de la tierra de Suazilandia, 13 palacios, una flota de coches de lujo y un jet privado (que aún no ha disfrutado por un litigio en Canadá). Además, controla un fondo de inversiones con participación en varias industrias, cuyos activos se elevan a 2.000 millones de dólares.

El rey de Suazilandia puede escoger a cualquiera de las jóvenes como nueva esposa (AFP/Archivo | Claudine Renaud)
El rey de Suazilandia puede escoger a cualquiera de las jóvenes como nueva esposa (AFP/Archivo | Claudine Renaud)

Para amenizar su piadosa existencia Mswati III dispone de 14 esposas… por el momento. Su insaciable majestad participa cada año en el Umhlanga o la Danza de los juncos, una ceremonia que reúne a miles de jóvenes suazis en homenaje a la Reina Madre. En el penúltimo día de la celebración, el gobernante aparece y, entre otras festivas ocupaciones, echa un ojo a las filas de muchachas semidesnudas por si se le antoja una nueva consorte.

La corte de Mswati III disfruta de privilegios impensados para el común de los suazis. Por ejemplo, sus esposas provocaron escándalo en 2012 cuando se fueron de compras a Las Vegas, con una comitiva de 66 personas. Un tour similar por los centros comerciales de Europa y el Medio Oriente había dejado la discreta factura de seis millones de dólares.

La fortuna del rey suazi, estimada en alrededor de 100 millones de dólares, parece pequeña frente a otros monarcas africanos y príncipes árabes. El patrimonio neto de Mohamed VI de Marruecos ronda los 2.500 millones de dólares, mientras el nigeriano Fredrick Obateru Akinruntan acumula 300 millones. En cambio, cuatro de cada 10 suazis malviven con menos de 1,25 dólares al día.

Pero Mswati III los supera a todos en el control férreo de los asuntos del país. A pesar de las presiones políticas y económicas de la Unión Europea y Estados Unidos, el soberano no ha cedido a los reclamos de los grupos de derechos humanos. Confía seguramente en la muti, una tradición que combina medicina natural y ritos mágicos para deshacer las amenazas externas. Los curanderos suazi tienen más influencia sobre Mswati III que cualquier experto en política internacional.

El rey zulú (der.) y su amigo Jacob Zuma, el presidente surafricano, quien también tiene cuatro mujeres y una veintena de hijos (GovernmentZA - Flickr)
El rey zulú (der.) y su amigo Jacob Zuma, el presidente surafricano, quien también tiene cuatro mujeres y una veintena de hijos (GovernmentZA - Flickr)

El insaciable rey de los zulús

Bueno, dirán algunos, si a los suazis les parece un abuso la vida extravagante de su rey, que lo obliguen a abdicar. Los mandamases africanos conocen bien que nadie está a salvo de la ira popular. Pero, ¿qué hacer si el monarca no rige un país, sino una región, y para colmo recibe apoyo financiero de un gobierno nacional?

El rey de los zulús, Goodwill Zwelithini kaBhekuzulu cuesta a los contribuyentes sudafricanos más de cuatro millones de dólares anuales. Esa suma cubre apenas los gastos de seis esposas –cada una residente en su propio palacio—28 hijos, una flota de automóviles de alta gama, vacaciones en el extranjero…

¿Por qué el gobierno de Sudáfrica reconoce y mantiene a esta y otras seis casas reales? El liderazgo tradicional, aunque simbólico dentro de un sistema democrático, pesa en la balanza de las lealtades políticas. En un país donde las tensiones interétnicas marcaron el fin del Apartheid, la intervención de Zwelithini fue determinante para apaciguar a los belicosos zulús.

Detrás de los nombres y las costumbres de los reyes africanos, exóticos para nuestra mirada Occidental, se mueven, en fin, las mismas motivaciones políticas y la codicia que conocemos en otras latitudes.